El paraíso perdido: la Casablanca del siglo XX


Casablanca, la ciudad que un cineasta llamado Michael Curtiz elevó al rango de leyenda, es la historia de un amor imposible. Esto es cierto. El injusto desenlace del amor apasionado entre Ingrid Bergman y Humphrey Bogart guarda cierto parecido con la historia que vivimos los españoles que allí nacimos y vivimos.
Las nuestras son historias de amor por una ciudad a la que tuvimos que renunciar y de un mundo del que nos fuimos irremediablemente. Esta película documental aborda, a través de un personaje imaginario, el mundo cosmopolita de una ciudad internacional, inventada en el siglo XX, y que alcanzó su cénit cuando la grandeur francesa se combinó con el glamour de Hollywood.
Gracias a la película, Casablanca se convirtió en un mito, pero quienes disfrutamos en ella sabemos qué desconocido es aquel tiempo extraordinario que vivimos con la libertad, lujo y modernidad que sólo se conocían en Nueva York, California o París… a años luz de la muy cercana España a donde tuvimos que regresar en 1975.
Este proyecto bucea en esa vida mágica que apenas duró medio siglo: deslumbramiento, intensidad, humor, aventura, frivolidad y pasión a través de personajes inverosímiles –y, sin embargo, todos ellos reales, excepto un protagonista que servirá de pretexto, conductor y guía, para revivir el universo de la que se conoció como perla de África.

Españoles de Casablanca






Una ciudad extraordinaria


La historia de la ciudad de Casablanca es una epopeya. Empieza a construirse a principios del siglo veinte y por esta razón tiene la particularidad de  aglutinar un conjunto muy heterogéneo de culturas y tendencias de su siglo. Su asombrosa arquitectura donde se sucedían estilos como el modernismo, el art-deco, el neo-moresco colonial o el vanguardismo era una buena prueba de ello. Ha sido el escenario paradigmático del colonialismo del siglo XX y del nacimiento del Marruecos moderno.
Durante el Protectorado era considerada como la máxima representación del imperio colonial francés en África. El crecimiento de este pequeño enclave portuario de finales del siglo XIX fue espectacular. Ya en los años treinta era el mayor puerto de África y la ciudad con más habitantes europeos. La diversidad de nacionalidades de sus habitantes era también un claro ejemplo de su identidad cosmopolita.
Cuando decae la grandeur de Francia, invadida por su vecina alemana, el nuevo imperio sale en su ayuda y convierte a Casablanca en bandera de la Segunda Guerra Mundial: la Marina Americana realiza su primer desembarco en las costas marroquíes, al que sigue una Conferencia Mundial a la que asisten Roosevelt, Churchill, y de Gaulle… y, finalmente, una película que consagra el nombre y el mito de la ciudad de los grandes sueños e ideales.
A partir de la independencia de Marruecos, el cambio de roles del poder originó un lento pero inexorable éxodo de su población europea. Los antiguos habitantes de Casablanca, dispersos por todo el mundo mantienen viva en sus corazones esa ciudad que hace honor a su leyenda.

La Casablanca universal... y de los españoles


Desde su nacimiento a principios del siglo XX la ciudad de Casablanca ha sido la cuna y hogar de más de 40.000 españoles. Los españoles de Casablanca formaban la comunidad europea más importante de Marruecos después de la francesa: incluso antes del protectorado francés en 1912 y hasta hoy, su  presencia ha sido permanente. Algunas familias pueden presumir de tres y hasta cuatro generaciones nacidas allí. Llegaron en varias oleadas desde 1912, las más relevantes fueron las de 1930 a raíz del descalabro financiero de 1929, y la de 1939 con la llegada de los exiliados republicanos de la guerra civil. A partir de 1975 un incesante éxodo de estos españoles autóctonos redujo esta comunidad a los pocos centenares que aun residen allí.

 A lo largo de más de cien años, estos españoles convivieron en equilibrio social singular formado por tres comunidades muy diferenciadas: la musulmana, la europea y la hebrea. También vivieron la transición entre dos conceptos antagónicos del orden mundial, la colonización y el proceso de independencia de un país.  Con el tiempo fueron asimilando todas estas influencias hasta adquirir una identidad absolutamente “sui generis” que los convirtió en españoles de Casablanca. Fueron testigos y parte vital de una historia apasionante, vertiginosa, exótica y vivieron un momento histórico crucial de la historia de Marruecos.

De las varias generaciones de españoles de Casablanca, la mayor parte procedentes de Andalucía, son ya pocos quienes pueden dar testimonio de los primeros tiempos del Protectorado, o la llegada de los norteamericanos, con su ensayo de desembarco, con la Segunda Guerra Mundial. Esta película pretende recuperar estas voces, antes de que se pierdan, y juntarlas con las generaciones que conocieron los años del pop, la amplitud de los 1960, el último brillo de la Casablanca cosmopolita y única.